Museo Franz Mayer.

Aprendí a amar los museos de la mano de mi mamá. Artista plástica empírica, con un talento natural para la pintura y una pasión por el aprendizaje, sembró en mí esta semilla del conocimiento que sigue echando raíces cada vez más profundas.
Cuando me siento «abrumada» y necesito «pensar» con calma, mi refugio es el museo. Ese espacio que me garantiza lo que mi alma necesita: silencio, espacios con perspectivas nuevas y todo el tiempo que quiera para contemplar una obra sin ver el reloj.

Me trajo al Franz Mayer la exposición de «Invisible. Diseño en vidrio». Y en el proceso descubrí «Intangibles. Una experiencia digital de la colección de arte de telefónica»
Intangibles te brinda la oportunidad de interactuar con el arte, de entrar -literalmente- con realidad aumentada a una obra de Paul Delvaux y vivirla.

Los detalles y el movimiento dentro de la obra son indescriptibles. Literalmente mágicos. Igual que lo es darle vida a una obra de Magritte.

El arte y la tecnología se integran de tal forma que no hay espacios, no hay pausas. Y uno se sumerge en ese universo en un segundo.

Foto: Suma de Talentos. Tomada en el Museo Franz Mayer.

Invisible es una experiencia completamente distinta. Es vivir el asombro de lo que somos capaces los seres humanos y crear piezas tan hermosas con las manos.

El vidrio es un material enigmático. Sólido, cortante y transparente. Resistente y preciso y aún así tan delicado y frágil que inspira temor y respeto, el vidrio puede materializar el más dispar universo de formas y usos.
-Emiliano Godoy. Curador-
Cada pieza es perfecta, al punto de que el acceso a cada sala te quita el aliento y te hace preguntarte: «¿En dónde he estado que no había visto estas maravillas?»



Me quedo con esta emoción de apreciar el talento de tantas personas en lo invisible y creer con más fuerza que antes en los intangibles.
Son dos exposiciones absolutamente recomendables e imperdibles.