Algunas veces – más de las que uno quisiera – dejarnos llevar por la vorágine del día a día, por los pendientes, las urgencias y las necesidades de nuestros clientes o Team Leaders es una “tentación” a la que resulta muy sencillo sucumbir.
En un instante, literalmente sin darte cuenta, eres un manojo de estrés y presión. Todo urge, todo es importante, todo es necesario y aunque haces y haces cosas, pareciera que no haces nada, que no avanzas y que no vas a terminar nunca.
Sí, también me pasa. Afortunadamente cada vez menos, ¡pero me sigue sucediendo! Y eso que llevo ya algún tiempo siendo Agile.
Lo que me ayuda es la claridad de que para resolverlo solo necesito consciencia plena.
En el momento en el que me doy cuenta que estoy «en el rush,» automáticamente empieza a bajar la velocidad. Es un segundo eterno en el que me pregunto: ¿por qué estoy corriendo? Consciencia plena de ese momento. Segundos que se transforman en un par de minutos para respirar con calma y analizar mis prioridades para resolver lo que tengo entre manos. Tiempo suficiente para pensar con tranquilidad si la prisa «es mía» o la adquirí de «alguien más» y la respuesta habitual es que es de alguien más, normalmente de un cliente o un Team Leader en alguno de mis equipos que está rebasado y angustiado.
Me tomo 10 minutos. Ese es tiempo suficiente para respirar, revisar prioridades, ajustar bloques de tiempo y resolver lo que es Prioridad Uno / Tiempo máximo para resolverlo de dos horas.
Teniendo claro lo que es Prioridad Uno, mapeo de la Prioridad Dos a la Cinco lo que tengo entre manos y defino tiempos.
Listo. Balance recuperado.
La agenda está armada con bloques de tiempo para lo que hay que resolver por orden de impacto y urgencia. ¿Te das cuenta que no hablo de importancia? Exacto. Es un concepto engañoso, porque «todo es importante,» así que a mis equipos los enseño a medir por impacto y urgencia. Funciona mucho mejor.
Retomo mi ritmo, me ciño a mis tiempos y ejecuto. Respeto mis bloques de descanso y de comida. Respiro y mantengo la consciencia de que esto es parte de la agenda y de mis horas de trabajo. Forma parte del camino que estoy recorriendo y como dice uno de mis maestros espirituales: «El camino es el destino» así que lo disfruto y continúo. Hay mucho por hacer y por aprender y lo mejor, es que siempre hay tiempo para todo.